¡No te escucho!

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Hoy he hablado con un amigo del que hacía tiempo que no sabía nada, la última vez fue hace casi un mes y estaba con una faringitis persistente, era como si su cuerpo se hubiera quedado atrapado en los primeros días, esos en los que sube la fiebre de golpe, toses al respirar y tragar es más difícil que masticar cristales. La cosa no ha mejorado en este tiempo, de la garganta se subió la infección a los oídos y el pobre ha estado medio sordo, con dolores horribles y además sus “inquilinos” (porque después de un mes en su cuerpo deberían empezar a pasarle el alquiler) están empezando a ser resistentes a los medicamentos.

Lo primero de lo que me he acordado es de que cuando una enfermedad en apariencia tan leve y común parece quedarse a vivir con nosotros, es  porque hay un componente emocional o psicológico detrás.  Nuestro cuerpo nos boicotea cuando hacemos cosas con las que no nos sentimos cómodos, cuando no decimos lo que realmente pensamos o queremos, cuando nos vemos obligados a escuchar a personas hirientes…  Como hay confianza le he pedido que repasara mentalmente si había  pasado por alguna situación de estas y ¡bingo!, todo empezó cuando decidió poner fin a una relación laboral estresante.   Creo que entre los medicamentos, una infusión que le he recomendado y ese reconocimiento consciente del detonante le van a ayudar a recuperarse antes de que acabe la semana.

Muchas veces no somos conscientes de que vamos por la cuerda floja haciendo equilibrios entre nuestro cuerpo y sus necesidades, nuestra mente y sus dictados y nuestra alma, o corazón, y sus anhelos.  Y por si eso fuera poco debemos cumplir una serie de expectativas sociales, familiares, laborales…, así que la tarea de funambulista va complicándose más y más con los años.   Creo que es igual de agotador y contraproducente una actitud que inhiba una parte de nuestro ser (cuerpo, mente, alma) como la de intentar vivir en un perfecto equilibrio, ya que esto significa que vamos a tener un tercio de un todo.  La mejor manera de afrontar lo que nos pasa es poder ser conscientes de lo que nos motiva y quién es el que manda en ese momento, por ejemplo: como no quiero decirle a mi amiga que cocina fatal por muchos cursos que haga, en las comidas que organiza no disfruto porque estoy todo el tiempo controlando lo que digo o hago para que no se me escape ningún comentario, me como la comida a la fuerza y bebo mucho para disimular el sabor, pero no voy a tomar alcohol para no perder el control, tampoco voy a comer pan porque todos sabemos que es el salvavidas de las comidas, tengo que comer porque no cuela la excusa de que estoy a dieta porque no es verano y además repito.  Así que llego a casa con un dolor de barriga inmenso y enfadada conmigo misma por cobarde.  ¿Qué va a hacer mi cuerpo en alianza con mi mente la próxima vez que me llame para invitarme a comer? Lo más probable es que ese día amanezca con la típica “pasa”, incluso fiebre.  Aún estoy buscando una solución, pero como ya sé lo que me la provoca me lo tomo con filosofía.

Os dejo la receta de la infusión para hacer vahos es una combinación de antiinflamatorio, analgésico y “antiokupas”:

Ingredientes:

  • 1 cucharada generosa de flores de Manzanilla.
  • 1 cucharadita de hojas de Romero.
  • 1 Clavo.
  • 1 taza de agua (aprox. 350ml por la evaporación).

Preparación:

Poner en una olla pequeña todos los ingredientes y llevar a ebullición durante cinco minutos.  Pasado este tiempo apartar la olla del fuego, ponerla en una superficie lisa y plana y cubrir nuestra cabeza con una toalla, de manera que creemos una especie de tienda sobre la olla y con nuestro cuerpo.  Abrir bien la boca y respirar profundamente por ella para permitir que los aceites esenciales lleguen mejor al final de la garganta.  Repetir tres veces al día durante tres días y pasado este tiempo una vez al día durante un mínimo de seis días más.

Nota: la infusión, una vez fría se puede almacenar como colutorio en el frigorífico o utilizar en compresas para aplicar localmente en zonas inflamadas.

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